BIBLIA
El libro del pueblo de Dios












El Antiguo Testamento | ESTER | 10-16


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ESTER

Capítulos 10 al 16
Gentileza de Brasil: bibliacatolica.com.br

Atajos:            


 



Ester, 10

1.El rey Asuero estableció un impuesto en los países del continente y en las islas del mar.

2.Todo lo que realizó durante su gobierno y todas sus hazañas, como también la narración del ascenso de Mardoqueo, se encuentran narrados en el libro de las Crónicas de los reyes de Media y de Persia.

3.Así se lee, en efecto, que Mardoqueo era el primer ministro del rey; que fue muy apreciado por los judíos y querido por todos sus hermanos; que procuró siempre el bien de su pueblo y vivió preocupado de la felicidad de sus connacionales.

4.Reflexionando sobre todo lo que había pasado, dijo Mardoqueo: «Sin duda que todo esto ha venido de Dios.

5.Pues si me pongo a repasar el sueño que tuve, nada falta de lo que vi entonces:

6.ni el pequeño manantial que se convirtió en un río desbordante, ni la luz que brillaba, ni el sol. El río es Ester,

7.a quien el rey tomó por esposa y la hizo reina.

8.Los dos dragones somos Amán y yo. Las naciones son aquellos que se organizaron para hacer desaparecer a la nación judía.

9.Mi pueblo es Israel, que clamó a Dios y fue escuchado. Sí, el Señor ha salvado a su pueblo; el Señor nos ha librado de todos estos males y Dios ha realizado una serie de milagros y maravillas como nunca se vieron en otras naciones.

10.En realidad, él trazó dos destinos, uno para su pueblo y otro para las demás naciones.

11.Ambos se cumplieron en la hora y fecha señalada, es decir, en el día en que él intervino en medio de todas las naciones.

12.Dios, entonces, se acordó de su pueblo e hizo justicia a su heredad.

13.Por eso, los días catorce y quince del mes de Adar serán, en adelante, días de reunión, de alegría y de fiesta delante de Dios para su pueblo Israel, desde ahora y para siempre.» El año cuarto del reinado de Tolomeo y Cleopatra, Dositeo, que se decía sacerdote y levita, junto con su hijo Tolomeo, trajeron la presente carta sobre los Purim, diciendo que era auténtica y que había sido traducida por Lisímaco, hijo de Tolomeo, que vivía en Jerusalén.



Ester, 11

1.El segundo año de reinado del gran rey Asuero, a fines de marzo, tuvo un sueño Mardoqueo, hijo de Jaír, de la tribu de Benjamín.

2.Este judío, que vivía en Susa, era un personaje muy importante, como que ocupaba un puesto en la corte.

3.Era uno de los desterrados que acompañaban a Jeconías, rey de Judá, y que habían sido traídos cautivos por el rey de Babilonia, Nabucodonosor.

4.Soñó Mardoqueo que se escuchaban gritos y ruidos,

5.que resonaban los truenos, temblaba la tierra y reinaba un gran pánico en todo el mundo. Y veía a dos enormes dragones que se enfrentaban, listos para atacarse, lanzando rugidos.

6.Pero apenas las naciones oían estos rugidos, se organizaban para atacar a la nación de los buenos.

7.Era un día de tinieblas y de oscuridad.

8.La pena, la angustia, el peligro, el miedo se cernía sobre la tierra. Temblando de pavor ante la desgracia que los amenazaba, los justos, resignados a morir, invocaban a Dios.

9.De ese clamor nacía, como de un pequeño manantial, un río inmenso que desbordaba los campos.

10.Aparecía la luz con el sol. Los desamparados triunfaban y los poderosos eran derrotados.

11.Cuando Mardoqueo despertó, entendió que Dios con ese sueño quería mostrarle algo. Anduvo todo el día pensando en lo que había soñado, tratando de una forma u otra de saber qué querría decir.



Ester, 12

1.Mardoqueo vivía en el palacio con dos guardias del rey. Como entrase en sospechas de que algo tramaban, les siguió la pista y descubrió que pensaban asesinar al rey.

2.Se lo comunicó al rey; éste los hizo interrogar hasta que confesaron y los condenó a muerte.

3.El rey mandó que se tomara nota de este hecho para que no se olvidara.

4.Mardoqueo, por su parte, lo escribió también en un cuaderno.

5.El rey le confió después el puesto de ministro y le dio una serie de regalos.

6.Pero había un hombre que quería vengarse de Mardoqueo por el asunto de los dos guardias del rey; era un tal Amán, hijo de Hamedata, descendiente de Agag, favorito del rey.



Ester, 13

1.La carta enviada a todo el imperio decía: «El gran rey Asuero les escribe a sus súbditos, a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias y a los jefes de distrito de su imperio, que se extiende desde la India a Etiopía:

2.Aunque soy dueño del mundo entero y gobierno a incontables naciones, me he propuesto no dejarme llevar por el orgullo del poder y gobernar siempre con dulzura y bondad para que mis súbditos puedan gozar continuamente de una vida tranquila. Al mismo tiempo he procurado restaurar la paz deseada por todo el mundo, ofreciendo durante mi reinado los beneficios de la civilización y permitiendo el libre tráfico dentro de nuestras fronteras.

3.Con este fin les he pedido la opinión a mis consejeros, y uno de ellos, Amán, conocido por su elevado criterio, por su total dedicación y por su fidelidad a toda prueba, que es la segunda persona importante del imperio, nos ha hecho la siguiente denuncia:

4.Según él, mezclado con las diversas tribus de la tierra, se halla un pueblo que es enemigo de todos, cuyas leyes son contrarias a las de las otras naciones y que constantemente está desobedeciendo nuestras disposiciones, de tal manera que impide que podamos gobernar como conviene para el bien de todos.

5.Comprobamos, en efecto, que esta nación es distinta a las demás, que está en abierta oposición con toda la humanidad, que debido a sus leyes lleva un tipo de vida extraño, que es contrario a nuestros intereses y que comete los peores crímenes, hasta el extremo de amenazar la seguridad de nuestro reino.

6.En vista de esto hemos ordenado, como lo menciona en sus cartas Amán, nuestro colaborador en el gobierno y nuestro segundo padre, que toda esa gente sea exterminada por la espada, incluyendo a sus mujeres y niños, sin consideración ni miramiento alguno, el

7.Así irán a parar al infierno el mismo día los enemigos del orden de ayer y de hoy, y tendremos en adelante un régimen estable y tranquilo.»

8.Recordando delante del Señor todas sus grandes obras, se expresó en estos términos:

9.«Señor, Señor, Rey todopoderoso, todo está sometido a tu poder y no hay nadie que pueda oponerse a ti si tú quieres salvar a Israel.

10.Pues tú has hecho los cielos y la tierra y todas las cosas asombrosas que están bajo los cielos.

11.Tú eres el Señor del Universo y no hay nadie que pueda resistirte.

12.¡Tú lo conoces todo! Tú sabes bien, Señor, que no ha sido por orgullo ni soberbia, ni por un falso prestigio, por lo que me he negado a agacharme delante de ese creído de Amán;

13.pues si la salvación de Israel me lo exigiera, le besaría la planta de los pies.

14.del duodécimo mes del año, o sea, el mes de Adar. 14.Pero, si he actuado así, tan sólo ha sido para que no creyesen que la gloria de un hombre estaba por encima de tu gloria; a nadie estoy dispuesto yo a adorar sino tan sólo a ti, Señor, y no creo que en esto haya soberbia.

15.Y ahora, Señor Dios, Rey, Dios de Abraham, salva a tu pueblo, pues piensan liquidarnos y quieren destruir tu antigua herencia.

16.No abandones a esta parte tuya que rescataste de la tierra de Egipto.

17.Escucha mi plegaria, mira con bondad a este pueblo y cambia nuestra pena en alegría para que así podamos, ¡oh Señor!, entonar alabanzas a tu Nombre. No dejes que se cierre para siempre la boca de los que ahora te alaban.»

18.Y todos los que pertenecían a Israel se pusieron a clamar a Dios con todas sus fuerzas, pues veían que su fin era inminente.



Ester, 14

1.La reina Ester también fue a pedirle auxilio al Señor ante el peligro que amenazaba su vida.

2.Se había quitado su elegante vestido y se había puesto ropa de luto hecha tiras. En lugar de sus caros perfumes se había cubierto la cabeza de cenizas y polvo. Humilló ásperamente su cuerpo y con las desatadas trenzas de su cabellera cubrió su atrayente figura.

3.En seguida oró al Señor, Dios de Israel, de esta manera:

4.«¡Oh Señor, nuestro rey, tú eres el Único! Ven, pues, en mi socorro, que estoy sola y no tengo otra ayuda sino a ti, ahora que mi vida está en peligro.

5.Yo aprendí desde niña, en mi familia, que tú, Señor, has elegido a Israel entre todas las naciones y a nuestros padres entre sus antepasados para que fueran por siempre tu heredad, y has cumplido con ellos tus promesas."

6.Tú nos has entregado a nuestros enemigos porque te ofendimos,

7.adorando a sus dioses. ¡Tú eres justo, Señor!

8.Pero ellos, no contentos con imponernos amarga servidumbre, han jurado ante sus dioses

9.suprimir las promesas brotadas de tus labios, extirpar de raíz a tu heredad,

10.tapar la boca de aquellos que te alaban, acabar con tu altar y la gloria de tu casa, y en cambio permitir que los paganos ensalcen a sus dioses, que son nada, y admiren para siempre a un rey mortal.

11.No les ofrezcas tu cetro, Señor, a los que nada son, ni permitas que se rían de nosotros. Que se vuelvan sus proyectos contra ellos y castiga, para que sirva de escarmiento, al que tramó todo esto en contra nuestra.

12.¡Acuérdate, Señor, déjate ver por nosotros, ahora que sufrimos! Y a mí dame valor, rey de los dioses, tú que estás sobre toda autoridad.

13.Pon en mi boca palabras armoniosas cuando encare al león, y haz que su corazón odie al que nos persigue para que muera con todos sus secuaces.

14.Sálvanos con tu mano y ven a socorrerme, que estoy sola, pues yo no tengo a nadie más que a ti.

15.Tú estás al tanto de todo lo que pasa y bien sabes que aborrezco la gloria de los paganos, que detesto la cama de los incircuncisos y de cualquier extraño.

16.Sabes que por necesidad estoy aquí, que no quiero este emblema de grandeza con que ciño mi frente cuando aparezco en público, que no me lo coloco los días de descanso y que, en fin, me repugna como pañito de mujer indispuesta.

17.Tu esclava no ha comido en la mesa de Amán, ni tomado parte en el banquete del rey, ni probado el vino que se ofrece a los dioses.

18.Desde que cambió mi situación hasta el día de hoy, no he tenido momentos de alegría sino en ti, Señor, Dios de Abraham.

19.Oh Dios, que superas a todos en poder, escucha la voz de estos desesperados; líbranos de las manos de los malos, y a mí quítame el miedo que me embarga.»"



Ester, 15

4.Transcurridos los tres días de ayuno y oraciones, Ester se quitó sus ropas de penitente y se vistió con un traje de gala.

5.Estando así deslumbrante de belleza, invocó a Dios, que cuida de todos y los salva.

6.Luego salió acompañada de dos de sus damas: una la sostenía suavemente, pues estaba tan débil que apenas podía tenerse en pie;

7.la otra la seguía llevándole la cola de su vestido para que no se arrastrara.

8.Ester iba extraordinariamente bonita; su rostro sonrosado irradiaba ternura, pero su corazón se estremecía de miedo.

9.Después de haber pasado por todas las puertas, se encontró en presencia del rey.

10.Estaba éste sentado en su trono real, aparecía muy respetable, revestido de los ornamentos con que se presentaba en público y resplandeciente de oro y piedras preciosas. Levantando sus ojos, que impresionaban por su seriedad, los fijó en Ester, muy enojado.

11.Al verlo, la reina palideció y, recostando su cabeza en el hombro de su dama, se desmayó. Dios entonces permitió que el corazón del rey se llenara de bondad. Muy asustado, saltó de su asiento y, tomándola en sus brazos para que se reanimara, la consolaba con estas dulces palabras:

12.«¿Qué tienes, Ester? Yo soy tu hermano;

13.quédate tranquila, que no te pasará nada, pues la prohibición no fue hecha para ti. ¡Acércate!»

14.Levantando su bastón de oro lo puso sobre el cuello de Ester, y en seguida la abrazó, diciéndole: «Cuéntame, ¿qué quieres?»

15.Ella le respondió: «Al verte, Señor, me pareció que tú eras un ángel de Dios; mi corazón, entonces, se asustó por el miedo que infunde tu poder. Señor, tú eres maravilloso y tu rostro es encantador.»

16.Y mientras hablaba, volvió a desmayarse. El rey estaba muy preocupado y toda su corte trataba de hacerla volver en sí.



Ester, 16

1.El texto de la carta enviada por Mardoqueo a nombre del rey, decía: «El gran rey Asuero a los gobernantes de las ciento veintisiete provincias que se extienden desde la India a Etiopía y a todos sus leales súbditos, salud:

2.Hay personas que, mientras más honores reciben de la gran bondad de sus bienhechores, más ambicionan todavía.

3.No les basta para ello con tratar de oprimir a nuestros súbditos, sino que, incapaces de contener sus ansias de poder, traman atentados contra sus propios bienhechores.

4.Y no sólo destierran de entre los hombres la gratitud, sino que, embriagados por los aplausos de los malvados, piensan que van a escapar a la justicia de Dios, que todo lo ve y odia la maldad.

5.Muy a menudo, aquellos que ejercen el poder se han hecho cómplices del asesinato de inocentes y se han visto arrastrados a desgracias irreparables por haber confiado a sus amigos la administración de los asuntos públicos y haberse dejado influenciar por ellos,

6.pues esos amigos han engañado con razones tendenciosas aparentemente sinceras la generosa sencillez de sus soberanos. 7.Ahora bien, esto mismo pueden ustedes comprobarlo no sólo examinando los acontecimientos históricos que hemos mencionado, sino, principalmente, viendo cómo a su alrededor esa peste de gobernadores indignos cometen toda clase de abusos. 8.Por eso, en el futuro, trataremos con el mayor empeño de asegurar a todos nuestros súbditos la tranquilidad y el orden, 9.haciendo los cambios necesarios y examinando personalmente, con el mayor cuidado, los problemas que se nos presenten.

10.Así, por ejemplo, Amán, hijo de Hamedata, un macedonio, que no pertenecía a nuestra raza ni tenía nuestros buenos sentimientos, después de haber sido acogido en nuestra casa,

11.fue tratado cariñosamente por nosotros, como lo hacemos con la gente de cada país, hasta el extremo de haberle llamado nuestro padre y de haberle dado el segundo puesto del reino, obligando a todo el mundo a reverenciarlo.

12.Sin embargo, no pudiendo contener su ambición, trató de quitarnos la vida y el reino, 13.exigiéndonos para ese fin, por medio de engaños y artimañas de toda clase, que decretáramos la muerte de nuestro salvador, Mardoqueo, hombre que siempre se ha portado bien con nosotros; de nuestra compañera la piadosa reina Ester y, en una palabra, de toda su raza. Y, una vez que nosotros quedáramos sin gente,

13.del duodécimo mes, llamado Adar.

14.pensaba apoderarse de nuestra persona y entregar a los macedonios el imperio de los persas.

15.Pero hemos descubierto que los judíos, condenados a muerte por ese triple criminal, no son malhechores, sino al contrario, se gobiernan por leyes muy justas.

16.Son hijos del Altísimo, del Dios que vive, al que nosotros y nuestros antepasados le debemos que esté tan floreciente nuestro imperio.

17.Ustedes, por tanto, no deberán hacer caso de las cartas que les envió Amán,

18.ya que su autor con toda su familia fue ejecutado a las puertas de Susa, recibiendo así el castigo merecido de parte de Dios, Señor del universo.

19.Coloquen una copia de esta carta en todo lugar público, dejen que los judíos observen sus propias costumbres

20.y facilítenles los medios para que puedan defenderse si son atacados el día fijado para asesinarlos, o sea, el día

21.Pues ese día, que debía ser un día de desgracias, ha sido transformado por el supremo poder de Dios en un día de felicidad para la raza escogida.

22.Por todo esto, organicen entre ustedes festejos oficiales para ese importante día, mediante toda suerte de entretenimientos, para que sea ahora y en adelante una fecha histórica para nosotros

23.y para todos los amigos de los persas, pero, en cambio, para nuestros enemigos sea un día fatídico.

24.Cualquier ciudad o región que no obedeciere a estas instrucciones será sin compasión arrasada a sangre y fuego y, en adelante, no sólo los hombres, sino ni siquiera las fieras o los pájaros, podrán vivir en ella.»"


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Fuente: www.vatican.va/archive/bible

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